“Cuando
las cosas nos entran por un oído y nos salen por el otro (o cuando se habla con
la pared), reflexiones sobre dificultades entre padres y adolescentes”
Elaborado por. Psic. Alejandro Castro Ledesma
En la consulta con adolescentes y adultos, es
común escuchar que asisten debido a que el adolescente no obedece, no escucha,
“le entran las cosas por un oído y le salen por el otro”, “parece que le hablo
a la pared”, refieren los padres. Sin embargo cuando el adolescente se presta
para el abordaje terapéutico también es común que se queje de lo mismo: “mi
papá/mamá no escucha”, “es bien cerrada(o)”, “no se puede hablar con él/ella”,
“para que le digo si ni escucha”, y un largo etcétera para ambos bandos. Pero
qué sucede que en esta etapa se suscitan estos conflictos, a continuación se
hará una reflexión alrededor de este tema, buscando una aproximación a una
probable etiología de este conflicto
Comenzaré por la comunicación, tomando como base los
cinco axiomas de comunicación propuestos por la escuela de Palo Alto,
California (Watzlawick, P.; Beavin, J. y Jackson, D. 2006). Dicha escuela
postula el concepto de metacomunicación
para describir los procesos por los cuales los seres humanos nos comunicamos; la
imposibilidad de no comunicar hace énfasis en la conducta[1],
los seres humanos además de la expresión verbal por medio del lenguaje nos
expresamos de otras maneras, con gestos, sonidos, actos incluso la inacción
comunica, en resumen comunicación verbal y no verbal[2];
lo que en ocasiones da pie a conflictos, por ejemplo, cuando el adulto
interpreta el silencio del adolescente como que “oculta algo”, “algo hizo”,
etc., o bien el del adulto (el silencio) interpretado por el adolescente “de
seguro esta enojado(a)”, “no me dejará ir”; la interpretación[3],
no solo se da en el silencio, una respuesta verbal como un “¡qué quieres!”,
“¡otra vez tarde!”, “ya vas a empezar”, etc., ocasiona barreras en la
comunicación, debido al contenido del mensaje, pero para que estos ejemplos se
desarrollen de la manera en que se postula, como conflictivos, debe de haber
una recurrencia[4] en
ellos, es decir los individuos han aprendido a reaccionar de una u otra forma
debido a que en sus interacciones es común que se desarrolle el conflicto, esto
en muchos casos a causa de que el adulto espera la obediencia del adolescente
sin contradecir[5]
por que así era en la niñez, sin embargo el adolescente comienza a decir lo que
piensa y además lo defiende, lo que genera de entrada este distanciamiento
entre el adolescente y aquello que le representa el adulto (Castro, 2014). La
interacción inevitablemente generará emociones ya que cada individuo, sean los
padres o los adolescentes, experimentarán el conflicto comunicacional de forma
muy distinta ya que ambas partes refieren frustración al no sentirse
escuchados, valorados o comprendidos. Además siguiendo a Anderson y Goolishian
(1996)[6]
y a Laso (2014), siendo una relación significativa la de padres/hijos la
emoción vivida es aun más potente, siendo esta intensidad un factor para
perpetuar el conflicto.
Lo anterior ha sido un acercamiento al conflicto
adolescente adulto en relación con la comunicación, sin embargo se ha tocado un
punto importante que vale la pena desarrollar: lo que espera uno del otro. El adulto por lo general reporta que
espera sentido común, madurez, responsabilidad, mientras que el adolescente
demanda comprensión, confianza, autonomía, pero porqué parecen estar tan lejos
uno de otro, si la autonomía requiere responsabilidad, la confianza madurez y
la comprensión la activación del sentido común, quizás justo por eso, por que
lo que uno espera del otro aún no es visto, es decir, el adolescente no
comprende el accionar de sus padres, los adultos dicen “soy responsable de ti”
y actúan a partir de sus propios determinantes y finalidades (Morin, 1994), de
sus propias vivencias infanto-juveniles con otros adultos significativos, no
hay una modificación en la interacción que tenían padre – hijo, a algo más
incluyente y reconocedor padre – joven adulto (Minuchin, 2001) piensan “por” el adolescente antes que “con” el adolescente, esta
postura de “con”, pienso, sería menos amenazante a la individualidad y a la
construcción de la identidad del joven – adulto. Sin embargo en este “viaje”
por medio del cual el adolescente construye su personalidad existen diversas
situaciones que no prevé, como es el inicio de su vida sexual activa, el
consumo de sustancias, la toma de decisiones, el manejo de conflictos, sus
propias emociones como respuesta ante diversas situaciones, el adulto busca
evitar el dolor que el vivir estas experiencias le puede generar al adolescente,
pero en ocasiones lo hace de forma que se pone a sí mismo en una posición
distante y a la vez dolorosa en relación a su hijo; de igual forma el
adolescente se pone en posiciones difíciles y lejanas del adulto al no
comprender el accionar de sus padres, revelándose (Medina, 2011) de una forma
por igual dolorosa para sí mismo, al convertirse esto en formas recurrentes de
interacción, se da lugar a que se perciban de forma estereotipada (Minuchin y
Fishman, 1996), “esta en la adolescencia”, “es inmaduro”, por parte de los
padres; “es exagerado”, “todo le asusta” por parte de los adolescentes, y por
tal que no logren encontrar solución a los conflictos que presentan.
¿Qué puede resultar de esta situación?, pienso que
inevitablemente el conflicto dará pie a una nueva estructura, el adolescente
cambiará, al igual que los adultos con los que tiene conflicto desarrollará sus
propios determinantes, desarrollará autonomía, una identidad, sin embargo
entrará en la paradoja de la autonomía y la identidad, la de hacerse
responsable de sí mismo (Levinas y Duque, 1993), ¿cuándo sucederá? Quizás
nunca, en mi trabajo con personas que desarrollan problemas de adicciones he
visto adultos siendo tratados como adolescentes por sus ancianos padres, lo que
lleva la discusión anterior a un nivel extremo, el amor de los padres por sus
hijos les lleva a buscar evitarles el dolor y el sufrimiento, probablemente por
que ellos mismos vivieron situaciones adversas, pero no ven que estas
situaciones adversas los convirtieron en aquello que esperan se conviertan sus
hijos y al evitar se responsabilicen de sí mismos, se convierten en responsables eternos de sus eternos
adolescentes.
Y es que este fenómeno de relación compleja entre
adolescente y adulto es necesario, no se puede dar el cambio si esto no
existiera, a final de cuentas hay un proceso de interacción que regula el
proceso evolutivo (Bateson, 2006); sin embargo, el dolor, la frustración y el
conflicto no necesariamente deberían de ser incapacitantes, eternos o
percusores de relaciones tóxicas, ya se dijo que el adulto, en su accionar,
parte del amor por sus hijos, solo que en ocasiones el adolescente recibe estas
muestras de afecto como una amenaza, y no logra ver que están cargadas de intenciones
positivas, sin embargo el adulto tampoco ve que su intención, en ocasiones,
carece de la explicitud de su propia emoción, de la inclusión y el respeto por
el Otro que esta en el proceso de construirse, de aprender a amarse a sí mismo
(Whitaker, 1992), a aceptarse como es y es aquí donde los amigos cobran tanta
importancia, por que la no aceptación del adulto sumada a la propia no
aceptación del adolescente propician que éste no se sienta identificado con su
núcleo familiar, pero si con su grupo de iguales, en esta búsqueda de un sí
mismo autónomo. El grupo de amigos permite pensar, expresar, actuar, de una
manera más incluyente, quizás no del todo autónoma, también entre los chicos
hay reglas, pero si mas colaboradora, el problema pienso es que el adulto,
hasta cierto punto tiene razón en la búsqueda de un mejor futuro para su hijo
adolescente, sin embargo cuando no logra
ver en donde termina su identidad de adulto y comienza la del Otro, la de su hijo, entonces es cuando los conflictos de
los que se ha venido hablando se desarrollan, ya que los decretos del adulto impedirán
el diálogo (Freire, 1975), cuando choquen con los decretos que el adolescente
construye en torno a su relación con el adulto.
Como se puede observar la aceptación, el diálogo abierto,
la escucha amorosa que propone Whitaker (1992), los elementos en la
comunicación son conceptos clave para desenmarañar el conflicto que se da
generación con generación entre adolescentes y adultos; pienso que es imposible
evitar conflictos, pero lo que si es posible es modificar la manera de
abordarlos, formas más reconocedoras, incluyentes, que fomenten la autocritica
y no la critica desde una perspectiva determinada por el anhelo de algo que no
se tuvo o se ha logrado aún y es que como se ha revisado, el hecho que resulte
doloroso para ambas partes este proceso de diferenciación podría detonar en más
dolor, al verse tanto adultos como adolescentes sumergidos en una relación que
escala en el conflicto, que aleja cuando se quiere estar cerca, que crea
murallas, las cuales si bien son difíciles de destruir cuando el sistema esta
en conflicto constante es posible abrirles ventanas, túneles, resquicios en
donde el adolescente conozca al adulto y el adulto acompañe al adolescente en
este camino, que si bien en este escrito me he centrado en la relación
adulto-adolescente, hay que entender que ambas partes están en interacción con
un mundo, una sociedad en la que viven y perciben de forma distinta, en donde
las relaciones con otras personas significativas modifican el accionar, en el
que las responsabilidades tienen matices distintos, en donde la propia historia
personal y las vivencias cotidianas van cambiando la historia generando
conflictos, pero también soluciones, las cuales en este caso me parece deben de
buscarse en conjunto.
Bibliografía.
-
Bateson, G. (2006). Una unidad sagrada: Pasos
ulteriores hacia una ecología de la mente. España: Gedisa.
-
McNamee, S. y Gergen, K. (comps.) (1996). La
terapia como construcción social. España: Paidos.
-
Castro, A. (2014). El adolescente y su
relación con el adulto. Ensayo no publicado. Disponible en
http://psicalexcastro.blogspot.mx/2014/03/el-adolescente-y-su-relacion-con-el.html.
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Freire, P. (1975). Pedagogía del oprimido.
México: Siglo XXI
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Levinas, E., & Duque, F. (1993). El tiempo y el
otro. España: Paidós
-
Medina, R. (2011). Cambios modestos, grandes
revoluciones: terapia familiar crítica. México: E libro
-
Medina, R; Laso, E y Hernández, E. (coords.)
(2014). Pensamiento Sistémico: Nuevas Perspectivas y Contextos de Intervención.
México: Lítteris.
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Minuchin, S. (2001). Familias y Terapia
Familiar. Barcelona: Gedisa.
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Minuchin, S. y Fishman, C. (1996). Técnicas
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Morin, E. (1994). Introducción al pensamiento
complejo. España: Gedisa.
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Watzlawick,
P.; Beavin, J. y Jackson, D. (2006).Teoría
de la comunicación humana: interacciones, patologías y paradojas. España:
Herder.
-
Whitaker, C. (1992). Meditaciones nocturnas
de un terapeuta familiar. España: Paidós.
[1]
Primer axioma
[2]
Analógica y digital (segundo axioma)
[3]
Tercer axioma. Connotación, clasificación del contenido.
[4]
Cuarto axioma. Secuencia de hechos
[5]
Quinto axioma. Interacción simétrica/complementaria.
[6]
Anderson, H y Goolishian, H. (1996). El experto es el cliente: la ignorancia
como enfoque terapéutico. En McNamee, S. y Gergen, K. (comps.)(1996). La
terapia como construcción social. España: Paidos.