martes, 4 de agosto de 2015

Reflexiones sobre dificultades entre padres y adolescentes




“Cuando las cosas nos entran por un oído y nos salen por el otro (o cuando se habla con la pared), reflexiones sobre dificultades entre padres y adolescentes” 



Elaborado por. Psic. Alejandro Castro Ledesma



En la consulta con adolescentes y adultos, es común escuchar que asisten debido a que el adolescente no obedece, no escucha, “le entran las cosas por un oído y le salen por el otro”, “parece que le hablo a la pared”, refieren los padres. Sin embargo cuando el adolescente se presta para el abordaje terapéutico también es común que se queje de lo mismo: “mi papá/mamá no escucha”, “es bien cerrada(o)”, “no se puede hablar con él/ella”, “para que le digo si ni escucha”, y un largo etcétera para ambos bandos. Pero qué sucede que en esta etapa se suscitan estos conflictos, a continuación se hará una reflexión alrededor de este tema, buscando una aproximación a una probable etiología de este conflicto

            Comenzaré por la comunicación, tomando como base los cinco axiomas de comunicación propuestos por la escuela de Palo Alto, California (Watzlawick, P.; Beavin, J. y Jackson, D. 2006). Dicha escuela postula el concepto de metacomunicación para describir los procesos por los cuales los seres humanos nos comunicamos; la imposibilidad de no comunicar hace énfasis en la conducta[1], los seres humanos además de la expresión verbal por medio del lenguaje nos expresamos de otras maneras, con gestos, sonidos, actos incluso la inacción comunica, en resumen comunicación verbal y no verbal[2]; lo que en ocasiones da pie a conflictos, por ejemplo, cuando el adulto interpreta el silencio del adolescente como que “oculta algo”, “algo hizo”, etc., o bien el del adulto (el silencio) interpretado por el adolescente “de seguro esta enojado(a)”, “no me dejará ir”; la interpretación[3], no solo se da en el silencio, una respuesta verbal como un “¡qué quieres!”, “¡otra vez tarde!”, “ya vas a empezar”, etc., ocasiona barreras en la comunicación, debido al contenido del mensaje, pero para que estos ejemplos se desarrollen de la manera en que se postula, como conflictivos, debe de haber una recurrencia[4] en ellos, es decir los individuos han aprendido a reaccionar de una u otra forma debido a que en sus interacciones es común que se desarrolle el conflicto, esto en muchos casos a causa de que el adulto espera la obediencia del adolescente sin contradecir[5] por que así era en la niñez, sin embargo el adolescente comienza a decir lo que piensa y además lo defiende, lo que genera de entrada este distanciamiento entre el adolescente y aquello que le representa el adulto (Castro, 2014). La interacción inevitablemente generará emociones ya que cada individuo, sean los padres o los adolescentes, experimentarán el conflicto comunicacional de forma muy distinta ya que ambas partes refieren frustración al no sentirse escuchados, valorados o comprendidos. Además siguiendo a Anderson y Goolishian (1996)[6] y a Laso (2014), siendo una relación significativa la de padres/hijos la emoción vivida es aun más potente, siendo esta intensidad un factor para perpetuar el conflicto. 

            Lo anterior ha sido un acercamiento al conflicto adolescente adulto en relación con la comunicación, sin embargo se ha tocado un punto importante que vale la pena desarrollar: lo que espera uno del otro. El adulto por lo general reporta que espera sentido común, madurez, responsabilidad, mientras que el adolescente demanda comprensión, confianza, autonomía, pero porqué parecen estar tan lejos uno de otro, si la autonomía requiere responsabilidad, la confianza madurez y la comprensión la activación del sentido común, quizás justo por eso, por que lo que uno espera del otro aún no es visto, es decir, el adolescente no comprende el accionar de sus padres, los adultos dicen “soy responsable de ti” y actúan a partir de sus propios determinantes y finalidades (Morin, 1994), de sus propias vivencias infanto-juveniles con otros adultos significativos, no hay una modificación en la interacción que tenían padre – hijo, a algo más incluyente y reconocedor padre – joven adulto (Minuchin, 2001) piensan “por” el adolescente antes que “con” el adolescente, esta postura de “con”, pienso, sería menos amenazante a la individualidad y a la construcción de la identidad del joven – adulto. Sin embargo en este “viaje” por medio del cual el adolescente construye su personalidad existen diversas situaciones que no prevé, como es el inicio de su vida sexual activa, el consumo de sustancias, la toma de decisiones, el manejo de conflictos, sus propias emociones como respuesta ante diversas situaciones, el adulto busca evitar el dolor que el vivir estas experiencias le puede generar al adolescente, pero en ocasiones lo hace de forma que se pone a sí mismo en una posición distante y a la vez dolorosa en relación a su hijo; de igual forma el adolescente se pone en posiciones difíciles y lejanas del adulto al no comprender el accionar de sus padres, revelándose (Medina, 2011) de una forma por igual dolorosa para sí mismo, al convertirse esto en formas recurrentes de interacción, se da lugar a que se perciban de forma estereotipada (Minuchin y Fishman, 1996), “esta en la adolescencia”, “es inmaduro”, por parte de los padres; “es exagerado”, “todo le asusta” por parte de los adolescentes, y por tal que no logren encontrar solución a los conflictos que presentan.           

            ¿Qué puede resultar de esta situación?, pienso que inevitablemente el conflicto dará pie a una nueva estructura, el adolescente cambiará, al igual que los adultos con los que tiene conflicto desarrollará sus propios determinantes, desarrollará autonomía, una identidad, sin embargo entrará en la paradoja de la autonomía y la identidad, la de hacerse responsable de sí mismo (Levinas y Duque, 1993), ¿cuándo sucederá? Quizás nunca, en mi trabajo con personas que desarrollan problemas de adicciones he visto adultos siendo tratados como adolescentes por sus ancianos padres, lo que lleva la discusión anterior a un nivel extremo, el amor de los padres por sus hijos les lleva a buscar evitarles el dolor y el sufrimiento, probablemente por que ellos mismos vivieron situaciones adversas, pero no ven que estas situaciones adversas los convirtieron en aquello que esperan se conviertan sus hijos y al evitar se responsabilicen de sí mismos, se convierten en responsables eternos de sus eternos adolescentes. 

            Y es que este fenómeno de relación compleja entre adolescente y adulto es necesario, no se puede dar el cambio si esto no existiera, a final de cuentas hay un proceso de interacción que regula el proceso evolutivo (Bateson, 2006); sin embargo, el dolor, la frustración y el conflicto no necesariamente deberían de ser incapacitantes, eternos o percusores de relaciones tóxicas, ya se dijo que el adulto, en su accionar, parte del amor por sus hijos, solo que en ocasiones el adolescente recibe estas muestras de afecto como una amenaza, y no logra ver que están cargadas de intenciones positivas, sin embargo el adulto tampoco ve que su intención, en ocasiones, carece de la explicitud de su propia emoción, de la inclusión y el respeto por el Otro que esta en el proceso de construirse, de aprender a amarse a sí mismo (Whitaker, 1992), a aceptarse como es y es aquí donde los amigos cobran tanta importancia, por que la no aceptación del adulto sumada a la propia no aceptación del adolescente propician que éste no se sienta identificado con su núcleo familiar, pero si con su grupo de iguales, en esta búsqueda de un sí mismo autónomo. El grupo de amigos permite pensar, expresar, actuar, de una manera más incluyente, quizás no del todo autónoma, también entre los chicos hay reglas, pero si mas colaboradora, el problema pienso es que el adulto, hasta cierto punto tiene razón en la búsqueda de un mejor futuro para su hijo adolescente, sin embargo cuando no logra ver en donde termina su identidad de adulto y comienza la del Otro, la de su hijo, entonces es cuando los conflictos de los que se ha venido hablando se desarrollan, ya que los decretos del adulto impedirán el diálogo (Freire, 1975), cuando choquen con los decretos que el adolescente construye en torno a su relación con el adulto.      

            Como se puede observar la aceptación, el diálogo abierto, la escucha amorosa que propone Whitaker (1992), los elementos en la comunicación son conceptos clave para desenmarañar el conflicto que se da generación con generación entre adolescentes y adultos; pienso que es imposible evitar conflictos, pero lo que si es posible es modificar la manera de abordarlos, formas más reconocedoras, incluyentes, que fomenten la autocritica y no la critica desde una perspectiva determinada por el anhelo de algo que no se tuvo o se ha logrado aún y es que como se ha revisado, el hecho que resulte doloroso para ambas partes este proceso de diferenciación podría detonar en más dolor, al verse tanto adultos como adolescentes sumergidos en una relación que escala en el conflicto, que aleja cuando se quiere estar cerca, que crea murallas, las cuales si bien son difíciles de destruir cuando el sistema esta en conflicto constante es posible abrirles ventanas, túneles, resquicios en donde el adolescente conozca al adulto y el adulto acompañe al adolescente en este camino, que si bien en este escrito me he centrado en la relación adulto-adolescente, hay que entender que ambas partes están en interacción con un mundo, una sociedad en la que viven y perciben de forma distinta, en donde las relaciones con otras personas significativas modifican el accionar, en el que las responsabilidades tienen matices distintos, en donde la propia historia personal y las vivencias cotidianas van cambiando la historia generando conflictos, pero también soluciones, las cuales en este caso me parece deben de buscarse en conjunto.        







Bibliografía.

-          Bateson, G. (2006). Una unidad sagrada: Pasos ulteriores hacia una ecología de la mente. España: Gedisa.
-          McNamee, S. y Gergen, K. (comps.) (1996). La terapia como construcción social. España: Paidos.
-          Castro, A. (2014). El adolescente y su relación con el adulto. Ensayo no publicado. Disponible en                                                                      http://psicalexcastro.blogspot.mx/2014/03/el-adolescente-y-su-relacion-con-el.html.
-          Freire, P. (1975). Pedagogía del oprimido. México: Siglo XXI
-          Levinas, E., & Duque, F. (1993). El tiempo y el otro. España: Paidós
-          Medina, R. (2011). Cambios modestos, grandes revoluciones: terapia familiar crítica. México: E libro
-          Medina, R; Laso, E y Hernández, E. (coords.) (2014). Pensamiento Sistémico: Nuevas Perspectivas y Contextos de Intervención. México: Lítteris.
-          Minuchin, S. (2001). Familias y Terapia Familiar. Barcelona: Gedisa.
-          Minuchin, S. y Fishman, C. (1996). Técnicas de Terapia Familiar. México: Paidós.
-          Morin, E. (1994). Introducción al pensamiento complejo. España: Gedisa.
-          Watzlawick, P.; Beavin, J. y Jackson, D. (2006).Teoría de la comunicación humana: interacciones, patologías y paradojas. España: Herder.
-          Whitaker, C. (1992). Meditaciones nocturnas de un terapeuta familiar. España: Paidós.


[1] Primer axioma
[2] Analógica y digital (segundo axioma)
[3] Tercer axioma. Connotación, clasificación del contenido.
[4] Cuarto  axioma. Secuencia de hechos
[5] Quinto axioma. Interacción simétrica/complementaria.
[6] Anderson, H y Goolishian, H. (1996). El experto es el cliente: la ignorancia como enfoque terapéutico. En McNamee, S. y Gergen, K. (comps.)(1996). La terapia como construcción social. España: Paidos.  

viernes, 17 de abril de 2015

El aprendiz de Doula



El aprendiz de Doula


Por. Psic. Alejandro Castro Ledesma

                Esta es una historia en torno al nacimiento de mi segundo hijo, contada desde mi experiencia como varón, jugando un papel que generalmente es realizado por mujeres…según he investigado. Bueno pienso que todo comenzó cuando decidimos tener un nuevo bebé justo en nuestra luna de miel, la cual tenía varios años postergada al igual que nuestra boda, no somos una pareja del todo organizada, así que no planeamos donde se atendería mi esposa o que haríamos en caso de salir embarazados, total ya habíamos vivido el proceso del trabajo de parto una vez, el cual culminó en una cesárea aparentemente exitosa. No entraré en detalles al respecto, pero he dicho “aparentemente”, por que mi mujer físicamente se sentía bien, la cicatriz no se notaba y su recuperación fue rápida. Sin embargo diversas situaciones (los tactos para medir la dilatación, la desinformación) sobre todo el no poder tener a nuestro hijo inmediatamente nublaron lo que debía ser una de las experiencias más maravillosas que puede vivir el ser humano.

                En aquella ocasión yo la veía angustiada, pero eso cambió cuando tuvo a nuestro hijo en brazos, no sabía que el no haber logrado dar a la luz de manera natural era un tema que le dolía y la ponía en una discusión interna en donde se cuestionaba a sí misma sus capacidades como mujer, había un par de preguntas que durante su segundo embarazo me enteré rondaban en su ser: “¿habré hecho algo mal?” “¿habrá algo mal conmigo que no pude dar a luz?” la verdad no lo entendía y debo confesar que de pronto pensaba que era una exageración o un capricho.

                Ella tuvo, desde que supimos estábamos embarazados, la idea de que fuera parto natural, el médico que confirmó el embarazo advirtió de los riesgos de un parto después de cesárea y dijo que él no se arriesgaba, sobrevino nuestra primera discusión al respecto, como pareja procuramos hablar de lo que nos preocupa y estas conversaciones me fueron permitiendo ponerme en su lugar un momento pero más que eso sentir lo que ella, desde mi perspectiva claro y entender en primer lugar por qué quería el parto.

                Decidimos visitar la clínica que atendió a nuestro primer hijo, realmente no teníamos muchas opciones. Mi esposa, poco a poco se desilusionaba más de la atención que recibía de su médico. En una visita para conocer al nuevo bebé de una de sus amigas, nos contó de su experiencia, un parto en casa, con partera, doula, ginecólogo y pediatra. Que riesgo pensé, pero allá ellos, estoy seguro que cuando pensé eso vi luz en los ojos de mi mujer y dije: ¡demonios va a querer lo mismo! Pues salimos de esa casa con información sobre la partera, la visitamos (plan con maña), para un ajuste de cadera para mi esposa y nos invitó a la charla informativa, yo ya sabía cuando era, para esto ya había leído sobre la institución, quien la fundó, desde cuando trabajan en Guadalajara y sobre el parto humanizado, entre lo que encontré yo y lo que mi esposa me compartía me iba formando una idea distinta de esta onda "hippie" del parto humanizado, hasta pensé en invitar a mi mamá, enfermera por 45 años, la mayoría de ellos en cuidados intensivos neonatales, “que ella sea tu duola le dije a mi mujer”. Claro que a mi mamá no le hizo gracia, 45 años de institucionalización con todo respeto para mi madre no se rompen fácil. A solo 20 días de que naciera nuestro bebe estábamos sentados oyendo la plática, si que bonito... pensaba yo, como no es su familia... No podía dejar de sentirme angustiado. Vi que el parto era todo un proceso, hablaban de un curso de parejas, las técnicas de respiración, etc., no teníamos nada, aun así cancelamos el paquete contratado en la otra clínica, el médico solito se hecho la soga al cuello ante una mujer ya decidida.

Optamos por el parto en casa, ya no le avisé a nadie, fue una decisión solo de mi mujer y mía; no quería opiniones yo estaba seguro de ella y ella de mi, sabía que yo haría lo necesario para estar con ella, solo pudimos contar con partera y ginecólogo. Yo seré tu doula le dije a ella en broma, leímos sobre como serían las cosas y practicamos respiraciones, etc., nos enfrentaríamos a lo real el día del parto.

Inevitablemente se llegó el “día de la fiesta”, rompió fuente en la madrugada de un lunes, habló con el Dr., con la partera, todo tranquilo, pedí el día en el trabajo, ya al medio día visitamos al Dr., me indicó como tocar la cabeza del bebé, oímos su corazón, todo bien, la lleve a casa, fui a comprar lo que nos pidieron para el parto en casa, ¡no teníamos nada!, todavía a las 20:30 ella estaba muy tranquila con las contracciones aumentado en dolor y frecuencia. Alrededor de las 22 horas Dr., y partera estaban con nosotros, oímos el corazón del bebé, todo muy bien. Ambos estábamos tranquilos, mi esposa tenía el ambiente que eligió: luces bajas, música suave, inciensos. Yo hubiera preferido rock! Hablé con mi hijo mayor sobre lo que sucedería, mi suegro estaba en casa para ayudarnos a cuidarlo, mi concuño estuvo ahí por casualidad, ahora que lo pienso, nació entre hombres, cosa poco común a lo que yo entendía como parto tradicional. ¿No debería haber estado yo hecho un mar de nervios fumando en otra habitación? Pues no, estuve con mi esposa en cada contracción, cuando dormitaba, cuando olvidaba respirar por el dolor, cuando necesitó masajes, realmente la presencia del Dr., y la partera fue un mero “estar ahí” durante gran parte del tiempo, la partera sugería algo de cuando en cuando, algunas cosas eran justo lo que yo le proponía a ella, descansa, respira, cambia de posición, etc., mi esposa y yo tuvimos la oportunidad de estar juntos de una manera espiritual e intima, distinta a otros momentos, no sé ella pero a mi me ha generado una sensación de mayor cercanía entre nosotros.

En la recta final, entramos a la regadera, estuvimos ahí como media hora, ella lo cuenta diferente, pero yo recuerdo que al estar en la bañera ella decía que le faltaba dar “ese brinquito”,  que la partera le había mencionado, entre contracciones me abrazaba, y se colgaba de mi, en los momentos de dolor le recordaba respirar y le masajeaba la espalda, cuando me miraba veía algo en sus ojos, que traduje como miedo, recuerdo que en un descanso le dije: amor te preparaste para esto, puedes hacerlo, estoy contigo, confío en ti y no te dejaré sola; después de eso, quiso sentarse, la ayudé, entró la partera y en base a síntomas dijo es el bebé que ya viene, si te tocas sentirás su cabeza, mi mujer lo hizo y su alegría distaba de su expresión de dolor que había tenido antes, “hola mi amor” dijo al sentirlo, la partera fue a avisar al Dr., que descansaba, creo, ahora solo era cuestión de tiempo, durante las contracciones mi hijo mayor entró, se asustó al ver a mamá sufrir, mi suegro se lo llevó, esperamos dos contracciones más, creo de las más dolorosas según lo que veía en la expresión de mi esposa, ya podía ver la cabeza de nuestro bebé, sentí miedo de ver que no salía por completo, al verlos tranquilos a ellos (Dr., y partera) me concentré de nuevo en mi esposa, respira, recuerda el mar, aquí estoy es todo lo que atinaba a decir y a respirar junto con ella. Pujó por última vez y vi como Dr., y partera recibían a nuestro hijo y se lo posaban en el pecho a mi mujer mientras lo limpiaban. Ella hizo su trabajo, y yo el mío que según una definición que encontré una doula acompaña a la mujer embarazada y le brinda apoyo físico y emocional continúo, tratando de comprender las necesidades de la parturienta en cada momento, ayudando a que la mujer recupere la confianza en su capacidad fisiológica de parir, amamantar y criar a su bebé. Con todo respeto para quienes hacen esta labor, pienso, en base a esta experiencia, que si este acompañamiento es realizado por la pareja generará grandes beneficios para la vida conyugal, como psicólogo en el trabajo con parejas y familias, una constante es la incomprensión mutua de las cosas que nos hacen diferentes a hombres y mujeres, una experiencia como la que me tocó vivir a mí me ha permitido tener una mayor conciencia de lo que vive una mujer en la experiencia de dar a luz, pero también de hablar con mi esposa sobre mi propia vivencia al estar ahí, que como dije antes lleva nuestra relación a niveles distintos, en donde nos convertimos más en quien somos al convertirnos en una parte del nosotros.

Así que para terminar invito a los hombres a que vivan esto con su mujer, nunca sabremos que se siente parir…espero. Pero en verdad es una oportunidad única de comunión entre la pareja y de mirar la culminación de un milagro que ayudamos a formar.