martes, 17 de septiembre de 2013

Un derrape.


Por. Psic. Alejandro Castro Ledesma.

Que papel tan importante juegan en la vida de un hombre los coches, jugamos con ellos cuando somos niños, al menos en mi caso dediqué tardes de verano y fines de semana jugando carritos, las opciones eran variadas, desde la elaboración de una carretera, sonidos de motores o conversaciones con los amigos por medio del cochecito, incluso el enfrentamiento uno contra otro, chocarlos para ver cuál aguantaba más, ante la incomprensión de mi padre que había pagado por ellos, pero cuando se es niño el dinero no vale, el juego es lo que importa. 

En la adolescencia muchos anhelan el coche de papá o del amigo, aprender a manejar, quizás para ganar independencia, sin tomar en cuenta que el responsable del coche es quien para el seguro, gasolina, en fin, el mantenimiento; pero que emocionante es estar detrás del volante, chicos que manejan de forma temeraria para beneplácito propio y admiración de los amigos. En mi caso esta etapa nunca fue detrás del volante, aún cuando mi madre insistió en que tomara el curso de manejo, lo hice y con buenas notas pero nunca traje el coche de mi papá, quizás no le di el interés que le daban mis amigos o el hecho de que mi hermano chocara un par de ocasiones el auto-escuela de la casa influyó en mi. 

Ya de adulto joven, y esto solo por tener credencial de elector, seguí si verlo como una necesidad, a patín o en chato, siempre feliz. En el urbano bien puede uno leer, comer, dormir y para mi se convirtió en el pretexto ideal para faltar a dormir a casa cuando la pachanga se prolongaba, “no traía para el taxi mamá”, “no tengo carro” decía, sínico sin duda.    

Al ir madurando y cuando me independice de casa, busque vivir cerca de mi trabajo para continuar con mi filosofía de “a pata soy feliz y además ahorro”; cuando mi novia de fue a vivir a mi departamento yo seguía viendo el vehículo como un lujo (con todo y que mi hermana menor ya tenía su coche), sin embargo en el momento que supe que estaba embarazada pensé: “va a necesitar un carro”, por primera vez el concepto “necesidad” iba de la mano con carro, pensaba: “uno como sea corretea el camión y aguanta los jalones, pero cuando este barrigona pues como”. Lo pensamos y a mis veinticuatro años compré, en conjunto con ella, mi primer coche, que risa cuando el vendedor lo llevó a casa para probarlo, me dice: “manéjalo” y yo con toda la seriedad posible digo: “con que ella lo haga y le guste basta, será suyo…”, claro como admitir que nunca practiqué, más que aquellas veces que movía el de algún amigo con sus respectivos jaloneos, el orgullo de macho no lo permitía. 

Con la paciencia de mi mujer y manejando el cachito del depa al trabajo, le agarré confianza; en mi primer ida a Chápala meses después me lleve el primer susto, ya con mi bebé en su silla oí el chillar de las llantas al tomar una curva a más velocidad de lo debido, sin duda por mi inexperiencia, aprendí y no volvió a pasar; algunos meses más tarde ya me aventaba a ir a Puerto Vallarta ¡manejando todo el trayecto yo solito!
Pasaron tres años sin inconvenientes, hasta un viernes de julio, pedí el día económico en la chamba, regularmente lo hago para ir descansado, salimos por la tarde después que mi ya esposa salió de trabajar, íbamos rumbo a Vallarta para ver detalles de la boda religiosa; ella y nuestro hijo en el asiento trasero ya que él ya no usa la silla para niños y prefiero que vayan juntos, él con su cinturón de seguridad pero recostado en su asiento, ella sin usarlo por que le es incómodo. 

El pequeño dijo: “papi, quiero hacer pipi”, me orillé, lo ayudé y descansó, aproveche y estire las piernas, bebí un poco de agua y continuamos, platicábamos y mi esposa le dice a nuestro niño “vatillo”, unos amigos y yo así lo llamábamos por que a él le causaba gracia, sin embargo, con su mamá no le pareció he hizo berrinche, me dio risa ya que hay juegos que parece querer compartir solo con papá, le decía a mi esposa: “te voy a hacer una niña para que tengan sus propios juegos y bromas”, salía de una curva casi llegando a Compostela, había estado lloviendo así que la pista estaba mojada, la curva salía cargada a la derecha cuando sentí ese jalón en el volante hacía la izquierda, escribirlo genera aún que mi corazón se acelere, solo atine a decir “aguas”, mientras trataba de controlar el vehículo, no lo logré, en fracciones de segundo habíamos derrapado, nuestro vehículo se fue sobre un terraplén en el carril contrario e impactamos ahí, oía los gritos de mi esposa y miles de cosas pasaban por mi cabeza: “tienen puesto el cinturón”, “se abrazarán”, “los amo”, nunca la vi o no lo recuerdo otro vehículo literalmente se metió debajo del nuestro, por lo que continuaba el movimiento frenético al interior, recuerdo haber visto a mi esposa golpear el techo del carro por el retrovisor, entonces todo se detuvo, volteo hacía atrás y veo a mi hijo llorar y a mi esposa pálida, gracias a Dios están vivos, pensé. El terror que sentí durante aquellos segundos se contenía, están bien pregunté, ella dijo “si” y mi hijo confundido preguntaba “¿Qué nos pasó?, lloraba.         

Vi una persona a un costado de mi carro, baje el vidrio, “¿están bien?, preguntó, si dije, era el otro conductor; nos bajamos, mi puerta abría con dificultad, llegaron ambulancias a mi esposa le dolía la espalda, mi niño decía estar bien, lo toqué y revisé, no encontré nada. Yo, físicamente no sentía, emocionalmente seguía conteniendo. 

Al ver los vehículos supe que habíamos tenido suerte, el impacto no fue de lleno, en ese tramo no había barreras de concreto, solo el terraplén de pasto y lodo que detuvo la acción, la camioneta que nos impactó después no sé de que manera se metió debajo de mi coche, lo que generó que no nos pegara con la fuerza para que las leves lesiones se agravarán. Un pequeño morete recibió mi hijo por su cinturón de seguridad al igual que yo, mi esposa un esguince y fuere dolor de espalda, ella no lo llevaba puesto. 

Hice, creo todo lo que se espera se haga en ese momento, llamé a la aseguradora, a mi padre, hablé con el otro involucrado, cuando llegó la policía federal, muy a mi pesar le compré la idea que tenía que darle mil pesos para que mi coche no terminará en Ixtlán del Río. Si me chamaquearon me sirvió de experiencia. 

Mi cuñada y su esposo fueron por nosotros y nos llevaron a su casa, así llegamos a nuestro destino. Cuando todos se fueron a dormir lloré, mi mujer me abrazó como solo ella sabe hacerlo, tenía horas lidiando con la idea que los pude perder. Quizás cuando paramos por las necesidades de mi hijo salvó la vida, ya que después de eso iba bien sentado y amarrado como él dice. 

Gastos inesperados, el susto, no más, gracias a Dios; mi esposa busca redefinirme el suceso, “estamos vivos y en parte gracias a ti”, me escribió. Yo retomé el viejo vicio de fumar, al escribir estas líneas un cigarrillo se consume en el cenicero, después de lidiar con la aseguradora y el taller a donde enviaron nuestro coche, casi dos meses después parece que todo esta bien, solo me faltaba integrar en mi conciencia los sentimientos que este evento ha generado, para dejar de fumar, pero sobre todo para enfrentar el volver a la carretera. 

Ya no soy el niño que juega a hacer autopistas, hoy transito por ellas, ni el adolescente impulsivo e imprudente, soy el adulto que ama a su familia, al que un accidente, un derrape le puso en una perspectiva diferente aquello que le rodea. Hoy doy gracias a Dios por lo que tengo, si bien siempre he procurado decirle a mi hijo que lo amo, besar la frente de mi esposa y saber que nada ni nadie puede ocupar sus lugares, el hecho de sentir que los podría perder me ha permitido apreciarlos aún más. Cuando manejo nuestro vehículo van sus vidas en mis manos, ¡que responsabilidad! Esto que sucedió me da experiencia y me hace más precavido, se que la próxima vez sentiré temor de pasar por esas curvas, pero gracias a la confianza que me da mi familia y a este ejercicio de autoconciencia las cosas vendrán bien. 

Gracias amor por estar ahí para apoyarme, tu sonrisa constante en las buenas y en las malas, incluso en un derrape.      
  

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Hoy hace cinco años entré a DIF



Hoy hace cinco años entré a DIF.
Por. Psic. Alejandro Castro Ledesma. 
11 de septiembre de 2013

Hoy hace cinco años entré a DIF, me ha dado un sinfín de satisfacciones en la atención de mis pacientes, aún cuando se trabaja con lo que hay o con lo que deciden proporcionar aquellos que llegan a ocupar los puestos de mando, que están (por el tiempo que duren sus cuates en el poder) aún sin tener idea de cómo llevar un equipo de trabajo y administrar el recurso. 

Aquí sin duda lo más significativo que obtuve fue el conocer a la mujer con la que comparto mi vida, aún cuando esto generó que la movieran de área y horario, claro había que prevenir, que tal si además de desarrollar los proyectos que se implementan fuéramos a hacer una cochinada en la oficina, si no se nos había ocurrido en cuatro años quizás este sería el bueno. 

Me proporciona un centro de desarrollo infantil para mi hijo (al cual no concebí en horario de oficina), pero no se me permite salir unos minutos para entregarlo o recogerlo, aún cuando el centro esta a un costado de la oficina. Claro hay que procurar el desarrollo integrar de las familias que se atienden no de las propias.  
Agradezco a quien me puso en este empleo que tanto me ha dado, del que me he beneficiado y aprendido, en donde también he dejado, ideas, propuestas, tiempo, paciencia, creo que es tiempo de cumplir aquello que con toda la confianza que da ser joven (más aún) dije alguna vez “yo no voy a estar toda la vida aquí”, quise que fuera el trampolín para cumplir la meta de una maestría en el extranjero pero mi proyecto de vida cambió, tuve lo necesario para irme, pero decidí ser esposo y papá, en vez de boletos de avión compré cuna y flores, en vez de colegiatura pagué pañales y paseos, me desvelé arrullando o haciendo el amor y no leyendo, tengo la dicha de compartir mi vida en vez de andar por el mundo solo, escucho un te amo y un papi cada día lo que sin duda es lo más maravilloso que puede haber en la vida. 

Si bien estos cinco años ponen en perspectiva un proyecto de vida que ha sido aplazado, al menos en su meta a largo plazo, puedo ver que aquellas a corto y mediano se cumplen, que no lo he dejado de lado ni mucho menos olvidado, la diferencia es que hoy lo comparto y eso es algo que tengo que agradecer, por que el motor de mi vida no es mi familia son mis ganas de cumplir mis metas el ímpetu por desarrollarme, la familia es el combustible que alimenta ese motor, que lo que tienen para dar solo yo puedo darle un valor, puede ser uno negativo si los culpo por aplazar mis sueños o puedo darle uno positivo si permito que las caricias de mi esposa me quiten el estrés y las risas de mi hijo me alegren el corazón.

En esta ocasión el blog ha ido más enfocado a mi que a un tema en particular, pero mi intención no ha sido la de contarles un poco de mi vida, sino de brindar mi perspectiva de las cosas, pienso que cada individuo decide como vivir, en la consulta escucho quejas por lo mal que se portan los hijos, por la falta de dinero, de comunicación, que si son ingratos,  que no reconocen los sacrificios, etc.; reflexionando estoy seguro que si cada quien hace un ejercicio de ver en su interior, reconocerá que mucho de lo que tiene en la vida ha sido una consecuencia de sus decisiones, que cuando nos hacemos responsables de nosotros mismos, lo demás viene por añadidura, por que solo yo decido darle un valor especial a lo que hago primero ante mi y luego ante los demás, si uno mismo no valora su esfuerzo como esperar que otro lo haga, aún cuando sean personas tan significativas como una esposa, hijos o padres. 

Los límites nos los ponemos nosotros mismos, en otro espacio he hablado de cómo se deteriora un programa institucional, el cual titulé: “el pez no se pudre por la cola”, en el caso de un individuo su vida se pudre cuando no se hace responsable por las decisiones que toma.

jueves, 1 de agosto de 2013

El pez no se pudre por la cola

El pez no se pudre por la cola.
Por: Psic. Alejandro Castro Ledesma.
01 de agosto de 2013

Organizaciones sociales, familiares, laborales, etc., ejemplos hay muchos, algunos evidentes otros no tanto, desde un niño ó joven que desde el seno familiar comienza a descomponerse (abandono escolar, adicciones, pandillerismo, etc.,), una sociedad que se ve inmersa en la corrupción a todos niveles, la selección deportiva que no da resultados, esa ciudad que se va a la quiebra aún perteneciendo al “país más poderoso”, la institución de asistencia social que pule el estereotipo de burócrata en sus empleados.

Y por qué se da esto, no hay interés, falta experiencia, monotonía, qué hace exitoso un proyecto y/o programa institucional, por un lado la dirección que recibe y por otro la actitud de quien lo lleva a cabo; a continuación narraré el nacimiento y declive de un programa institucional; el proyecto nace con la inquietud de prevenir y atender el fenómeno adictivo a nivel municipal, se comienza por formar un equipo de trabajo integrado por: jefe de departamento, jefes de área, psicólogos, trabajadores sociales y promotores. Algunos ya pertenecían a la institución, otros llegamos de primerizos sin saber sobre los tejes y manejes de una dependencia publica; pero en la mayoría de los casos con el ímpetu y las ideas frescas.

Cuando yo llegué los promotores ya desarrollaban su trabajo preventivo en comunidades de alto riesgo, lo hacían en la tarde-noche, con pandillas, mediante un abordaje que un profesionista no logra hacer de manera tan eficiente. Esta era una de las primeras novedades, el horario nocturno, conectar con grupos parasociales, identificar casos en donde los adolescentes quisieran salir de ese ambiente sobre todo si había situaciones de adicción al alcohol o a las drogas, se canalizaban con el equipo de psicología, si el psicólogo al hacer una valoración tanto individual como familiar identificaba la necesidad de internamiento, se procedía a echar mano del trabajador social quien realizaría las visitas domiciliarias necesarias, el seguimiento y el estudio económico correspondiente ya que la dependencia pagaría una parte del tratamiento y la familia otra, además de integrarse también a un proceso terapéutico.

El trabajo preventivo se realizaba mediante jornadas de “alto impacto” en donde tanto trabajadores sociales, como psicólogos y promotores hacíamos intervenciones desde un enfoque de prevención universal, selectiva e indicada, llegábamos desde un kínder hasta una preparatoria, si en una casa nos recibían ahí trabajábamos, en centros y clínicas de rehabilitación improvisamos espacios para atender nuestros casos, y no por que no tuviéramos un lugar fijo, estaban las oficinas sí, pero gran parte de nuestra labor se hacía en campo.

Todo esto no se podía lograr si no hubiéramos tenido el apoyo de la administración vigente en ese tiempo, ahora entiendo que fue un proyecto en el que creyeron y no sé si dejaron de lado otro por darle vida a este. Éramos un departamento de nueva creación, contábamos con cuatro vehículos nuevos y uno usado, cuatro proyectores, mismo número de laptops, una PC con capacidad de servidor otra de características similares, con sus monitores de plasma, mobiliario, cámaras fotográficas, todo nuevo. El paraíso entre las muchas carencias que tiene una dependencia municipal. Todo esto a servicio de: 1 jefe de departamento, 3 jefes de área, 1 secretaría, 1 auxiliar administrativo, 1 chofer, 7 promotores, 7 psicólogos y 5 trabajadores sociales.

Se atendía a la población, se nos capacitaba, participábamos en actividades fuera de nuestro horario, en días de descanso, cuando se nos requería. En parte por ser “nuevos”, pero también porque se daban las condiciones para hacerlo, en cuanto al trato, la comunicación, se hacían reuniones de trabajo, se observaban los puntos que había que trabajar, se permitía el desarrollo de propuestas. Muchos de los programas y dinámicas de trabajo que aún se mantienen en píe fueron diseñadas por ese equipo. Obtuvimos un reconocimiento como departamento a nivel estatal o nacional, no recuerdo, por el trabajo realizado. Nos compararon con otras áreas que tenían más tiempo funcionando y pues los números hablaban solos, no sabíamos que esto nos generaría que posteriormente pasáramos a un congelador. 

Se llegó el cambio de administración y la nueva no pertenecía al mismo color que la anterior, así que escuchamos de todo, desde que nos iban a correr, hasta que iba a desaparecer el departamento,  de esta manera comenzó todo, los que ya pertenecían a la dependencia optaron por volver a su base, la única psicóloga que no tenía nombramiento fue despedida, siguieron los jefes de área y departamento, ellos aguantaron esperando su indemnización. Los primerizos éramos testigos de lo que sucedía. Nos quedamos sin saber quien sería nuestro nuevo jefe y como no nos corrían continuamos haciendo lo que nos gusta y sabemos hacer, trabajar. Pienso que la dinámica de trabajo era tan fácil de seguir, que eso hicimos, continuar a pesar de todos los rumores, en medio de la entrega-recepción, seguimos desarrollando los programas con las limitantes del recurso o el uso de los vehículos.

Hubo quien tuvo la iniciativa de desarrollar el plan operativo anual, ya que no había jefe de área ni de departamento, al poco tiempo se nos convocó a una reunión con quien fue nombrado director de fortalecimiento familiar, lugar a donde dependíamos, se nos informó que el departamento cambiaría de nombre pero no de funciones, pero no fue así, al poco tiempo se nos indicó ya no atender adicciones, sin embargo, las necesidades de la población y el eco que había tenido nuestro trabajo no lo permitió, entonces comenzamos, además de los casos de adicciones, a atender los riesgos que se presentan en la adolescencia, sexualidad, violencia, comunicación, etc., desde una perspectiva de prevención en general, sin un proyecto definido de trabajo.

De departamento quedamos como área, con un jefe de la misma, quien por cierto jamás se presento como tal, solo lo supimos cuando ocupo la oficina, quien tuvo oportunidad pidió su cambio a otra área, quizás con el conocimiento de lo que se venía. Poco a poco, cámaras, laptops, cañones comenzaron a verse menos, ya fuera por que estaban prestados (no dentro del área) o en reparación, que bueno hubiera sido que se les hubiese brindado el mantenimiento adecuado, no serían lo que son ahora, material obsoleto. Un monitor de plasma se fue a reparación, no volvió, igual que la impresora a color, fueron repuestas sí, pero por modelos digamos diferentes. Llegó un cuate de alguien a hacerla de jefe, de qué, nunca nos dijeron, el material de trabajo y efectos personales de un promotor fueron sacados de la oficina que ocupaba sin previo aviso, ya que sería destinada a esta persona. Si mal no recuerdo una de sus primeras “ordenes” fue: “pos hay entreténgalos”, teníamos que atender algunos grupos sin material y con la indicación de entretener, pero hicimos oídos sordos y nos pusimos a trabajar.

Actualmente volvió a cambiar la administración parece que las cosas continuarán igual, ya no esta este amigo que gusta de entretener, decidió irse, creo que nunca encajó. Hoy quedamos un jefe de área, un polivalente, una secretaría, una trabajadora social, cinco psicólogos y seis promotores. El trabajo jamás es supervisado, no hay una reunión general desde hace tres años, el aspecto de las áreas dejan mucho que desear, las “cortinas” son cartulinas con la leyenda “no fumar”, hay compañeros que salen a comunidad y deben de esperar por mas de dos horas para que vayan a recogerlos, seguimos atendiendo en su mayoría casos de adicciones, sin presupuesto, manteniendo los programas que desarrollamos hace tiempo, buscamos retroalimentarnos y apoyarnos entre los que llevamos aquí más tiempo.

Lo más reciente que sucede es que el recurso humano se cambia, sin pedir opinión, sin cerrar casos con la población, sin culminar un proyecto, sutilmente se dice “por necesidades del servicio”, cuando ha habido amenazas, usando la necesidad del trabajador de lograr un balance entre trabajo y familia; el programa que recibe al compañero gana, sin embargo el trabajador se queda con la sensación de no ser respetado, del ultraje cometido por aquel al que su apoyo en una campaña y no su competencia le dio un poco de poder para hacer con las personas lo que le place. 

Quienes continuamos exigiendo recursos, lo hacemos por brindar un trabajo de calidad, sabemos que para estas instituciones dar números es uno de los principales objetivos, pero no siempre esto funciona, actualmente trabajamos en un ambiente inseguro, al menos desde la perspectiva psicológica, es pesado tener que estar lidiando con la apatía, la cerrazón y la indiferencia de algunos cuantos, si sobresales, si trabajas, encuentras obstáculos, podríamos seguir el rumbo y convertirnos en los típicos burócratas, cansados, hastiados, sin objetivos, pero creo que la lealtad a las propias convicciones nos mantienen en el rumbo. Hay mucho por hacer en este programa, aunque desde hace mucho tiempo huele a podrido y no se pudre por la cola.

Probablemente esto pasa en cada período, se dejan pasar los abusos, se espera a que las administraciones traigan cosas mejores, quizás por eso nadie dice nada. Pero es el caldo de cultivo ideal para generar servidores cansados, monótonos, con una desesperanza aprendida que les permite ser funcionales, conformistas, esperando el fin de semana, los bonos, el aguinaldo, pero pienso que en muchos casos sin generar el impacto que estoy seguro, cuando comenzaban, lograban en la población.

jueves, 4 de julio de 2013

Réquiem para los jóvenes.



Réquiem para los jóvenes.


 

Por. Psic. Alejandro Castro.

contacto. lic.alexcastro@gmail.com

 

Nuevamente la ciudad de Guadalajara ha sido testigo del deceso de dos jóvenes, algunas personas han dicho que se lo buscaron, que jugaron con fuego, otras que es una lástima, que esto debe parar, los medios de comunicación advierten, en algunos casos, sobre el riesgo de usar las redes sociales, se convoca a no visitar plazas comerciales, antros, bares, etc., etc., recomendaciones huecas a mi ver, ya que cada que esto sucede es lo mismo, y sucede a menudo, estudiantes, como los de 2011 en las instalaciones de la FEG, por mencionar un sonado caso, quien no ha escuchado noticias sobre hallazgos de cuerpos sin nombre, los cuales en muchas ocasiones son de menores de edad o de “adultos jóvenes”, que solo por el hecho de haber cumplido 18 años ocupan de manera inverosímil otro rubro en la estadística. 

Pienso que independientemente de si estudiaba o si pertenecía a un grupo del crimen organizado, la muerte de un joven impacta negativamente a la sociedad, Salvador Allende, justo en la Universidad de Guadalajara, alguna vez dijo: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”; la energía, el ímpetu, las ideas, pero sobre todo el arrojo de los chavos pueden ser encausadas para un fin positivo o uno negativo, que pasa cuando se juega con su sentido de justicia, esto al observar que hay zonas de la ciudad que derrochan recursos públicos mientras que el espacio que ellos ocupan literalmente se derrumba, esto agrede y no esperemos que no haya una respuesta por igual agresiva, aunado a ello hay una nueva organización en las familias que también influye. 

Si bien no todas las familias son iguales, en muchos casos niños y jóvenes hoy día crecen en entornos familiares donde ambos padres salen a trabajar, pasan mucho tiempo fuera de casa, algunos supervisan por teléfono, buscan actividades extraescolares, consienten gustos, buscan apoyo, pero paralelamente no se habla sobre emociones, los límites no se supervisan, se desconocen amistades, no se les escucha, no se les dan responsabilidades, todo siempre con la mejor intención: “que no pasen por lo que yo”, pero no nos detenemos a pensar que las privaciones que tuvimos forjaron lo que somos; otro factor a considerar ahora que hablamos sobre la inclusión de ambos padres al entorno laboral, es que hay mayor aceptación de que las mujeres trabajen y no por convicción sino por necesidad, pero hay hombres que no han comprendido que si la mujer apoya como proveedora, ellos tienen que ayudar en los quehaceres del hogar y la crianza de los hijos, ya que de lo contrario las mujeres padecerán de burn out, pero de eso hablaré en otro espacio. 

Continuando con los adolescentes, si no hay nadie que me motive, escuche, rete, impulse y oriente soy materia dispuesta para un sinfín de cosas, sin importar la clase social, si no tengo un sentido de pertenencia a mi hogar, bien puedo unirme a una pandilla o una organización criminal, cuando no sé como hablar sobre mis emociones puedo consumir drogas o cortarme, por drogas entiéndase tanto las legales como las ilegales, desde los chavos que están en la esquina fumando mota y tomando caguamas, hasta aquellos que pagan whisky y tachas en los antros de moda. Todos iguales de propensos a que alguien decida persuadir su espíritu para unirse a “algo grande”, a tener lo que nunca se ha tenido o a obtenerlo por medios “propios”, y porqué no entrarle si nadie más te pela, si a nadie le interesa y te están dando la oportunidad de sobresalir, lo que no les dicen es que son desechables, desdeñables, precisamente por que si a la familia y a la sociedad no les importa porqué al crimen sí, para mi tiene lógica, no es otra cosa que un proceso de adaptación como el que describe Víktor Frankl en su libro “el hombre en busca de sentido”, si aquellas personas sobrevivieron a la violencia del holocausto como “muertos vivientes” aferrándose al ideal del amor, la esperanza y un toque de suerte, como pedir que los jóvenes que sienten carecer precisamente de esto tan básico, no busquen medidas arriesgadas de adaptación.

En mi profesión he tenido el gusto de trabajar siempre rodeado de niños y adolescentes, en muchas ocasiones han tenido la confianza de contarme que les hace falta y los que no, lo dejan implícito y son cosas tan básicas como la escucha, la comprensión, la guía. Se desarrollan programas y/o eventos a los que asisten a veces con gusto, a veces condicionados, en algunos no hay seguimiento, se hace un gran evento con música, escogida claro por el organizador, no vayan los chavos a escoger algo que no sea “productivo o saludable”  bicicletas, patinetas, balones, lo necesario para lograr una convocatoria aceptable, muchas fotos que saldrán en el periódico para demostrar que se hace algo, pero ¿y el seguimiento?, ¿acaso se involucra activamente a los papás?, la realidad es que los chicos vuelven al entorno complicado, tanto si son de barrio o son de “la alta”.         

Los adolescentes son “duros”, difíciles de comprender, cuando han decidido edificar una muralla en torno a ellos es complicado llegarles, a veces se piensa que hay que derribar esa pared, pero que tal si en vez de buscar derribarla se busca que ellos abran una ventana o una puerta, no es cosa del otro mundo, a veces solo basta con poner atención, interesarse por cosas que les motivan, un poco de nuestro tiempo, para evitar que se conviertan, como versa la canción de la legendaria banda integrada por jóvenes incomprendidos: Black Sabbath, en niños de la tumba y vernos obligados a seguir escuchando música de réquiem para nuestros jóvenes.