El adolescente y su relación con el adulto.
Elaborado por. Psic. Alejandro Castro Ledesma
En el presente ensayo se
busca abordar un tema que es recurrente tanto en adultos, como en adolescentes.
A lo largo de mi experiencia en la atención de estos últimos y sus familias ha
habido un par de hechos constantes, no en el motivo de consulta, éste es de lo
más variado: desde el consumo de sustancias hasta las fugas de casa, pasando
por la desobediencia, entre otras cosas. La primer constante es un alejamiento
en diversos aspectos de la relación adulto – adolescente; no haré una
distinción de género (padre – madre o adolescente femenino o masculino), no
porque no la considere importante, sino porque tanto madres como padres y
adolescentes en general presentan estas características.
La segunda se refiere a que
quien solicita el apoyo, siempre es un adulto[1]
que “identifica” algún rasgo de la conducta del adolescente como un problema.
He pensado que esto debe de tener una explicación y es lo que pretendo abordar
en el presente escrito.
¿Qué pasa en esta etapa de
vida que las fricciones entre adultos y adolescentes, se incrementan? Ya lo
mencionaban Minuchin y Fishman[2]
(1996), en la adolescencia se comienzan a tomar decisiones, las cuales en
ocasiones no son bien recibidas por los padres. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si el
adulto recuerda su adolescencia y es condescendiente con el joven que tiene en
frente? Quizás más complicaciones, será que encontrar el orden de las cosas no
es tan sencillo en esta etapa. Gregory Bateson, antropólogo inglés, habla de
cismogénesis, dicho concepto lo define como un proceso de interacción en el que
se da un cambio de dirección en un sistema que aprende (Bateson, 2006). Sabemos
que los seres humanos estamos en constante cambio, hay interacción siempre,
desde que nacemos y comenzamos a hacer parte de nuestra realidad aquello que
nos rodea. Siempre recibimos mensajes, los cuales dependen de la abstracción,
de las diferencias que dan origen a las diferencias (Lipset, 1982).
Dichas diferencias son las
que en ocasiones comienzan a generar problemas
entre adultos y adolescentes. Un niño puede preguntar a un adulto cualquier cosa,
si el niño le cree o no al adulto, no suele presentar mayor problema, sin
embargo el adolescente tiende a decir lo que piensa acerca de lo que lo rodea,
puede o no estar de acuerdo, pero la diferencia reside en que ahora lo
manifiesta y lo defiende, lo que puede marcar el inicio del alejamiento con
aquello que representa el adulto.
Y es que este fenómeno de
relación compleja entre adolescente y adulto es necesario, no se puede dar el
cambio si esto no existiera debido al dualismo de procesos interactivos
(Bateson, 2006), en donde se distingue que hacen falta dos o más organismos y
un ambiente (padre, madre, adolescente, tíos, hermanos, amigos, etc., y su
contexto), y todo esto en interacción para generar y regular cualquier proceso
evolutivo. Y es que a final de cuentas el individuo adolescente se beneficiará
de una manera u otra de la interacción con el adulto, pero al haber fricción
con éste puede ser un proceso doloroso, en algunos casos más que otros,
desarrollando como se mencionó antes, conductas que pueden redundar en la
necesidad de la atención psicológica, en el mejor de los casos.
Se puede entender que el
adolescente, debido a su inmadurez (lo que sea que esto signifique), establezca
una relación conflictiva con el adulto; pero ¿por qué los adultos participan del conflicto y lo
llevan a otros niveles de confrontación? Hay que tomar en cuenta que el adulto
fue adolescente alguna vez, y tiene una perspectiva propia de esta etapa de
vida integrada o no en su conciencia, sin embargo, ¿qué caracteriza la adultez?
Insisto en no envolverme en términos de estados madurativos del desarrollo,
partamos de la idea de autonomía, el adulto se puede ver como un ser autónomo
aunque en realidad no lo es, sin embargo, ha desarrollado sus propios
determinantes y sus propias finalidades (Morin, 1994). Dichas características de
“madurez” y autonomía le pueden dar una idea de ser racional, pero no
identifica en que racionaliza, ¿cuál es la diferencia? Que la primera admite el
diálogo y la segunda no, es decir, las cosas o están bien o no lo están. Pero ¿por
qué el adulto no se da cuenta de este proceso? Es probable que debido a que en
su adolescencia haya tenido que ceder de manera constante ante la
racionalización de otro adulto, por cuestiones socioculturales. Lo que viene a
confirmar el concepto de cismogénesis, donde las pautas de organización se ven
secuenciadas por pautas más amplias de organización. (Broadford, 1987).
Pero entonces ¿por qué si es
un proceso natural de interacción se desarrollan conflictos? Ludewing, (1996: p.72),
menciona: “Los hombres tienen un sistema nervioso operacional y funcionalmente
cerrado, que no diferencia entre desencadenantes internos y externos…” ¿qué
quiere decir esto? quesi no identifico qué desencadena mis acciones, quizás no
logre comprender el mundo que me rodea, ni mi propia conducta, siendo esto un
proceso inconsciente. Hoy día, el acceso a la información, nos ha brindado la
posibilidad de entrar en contacto con un sin fin de estímulos externos, el
adulto tiene la ventaja o desventaja de haber vivido más tiempo en el contexto
donde se desenvuelve, sin embargo el adolescente como se dijo anteriormente
tiene una perspectiva y una opinión de dicho mundo con el que a final de
cuentas ha interactuado toda su vida, no pudiendo reaccionar a lo que le rodea
de una manera diferente de lo que tiene en su repertorio y con una necesidad
básica de conservar su integridad, (Anderson, 1994); la cual en muchas
ocasiones se ve lastimada por la descalificación del adulto.
He escuchado decir a los
chicos esto o aquello me “estresa”, y al adulto por su parte opinar “qué le
puede estresar si no hace nada”, antes se mencionó el acceso a la información,
si constantemente el adolescente escucha que el número de rechazados en la
preparatoria va a la alza, al igual que los precios de diversos productos, hay
que pertenecer a algo (aún sin tener idea de lo que esto quiera decir), que si
las drogas, el sexo, los permisos, las relaciones, los límites, la falta de
empleo, el hacinamiento y un largo etcétera podríamos decir que cabe el
concepto de estrés para el adolescente, sin embargo, el adulto tiene la
necesidad de proteger, cuidar, guiar, enseñar, incluso prohibir ciertas cosas a
los jóvenes para mantener un equilibrio, deviniendo así un principio dialógico
en donde el antagonismo adulto – adolescente es a su vez necesario a fin de que
éste último se convierta en adulto, dando paso a una recursividad
organizacional (Morin, 1994), donde la causa del adulto propicia el conflicto
en el adolescente, que posteriormente se convertirá en adulto para nuevamente
producir un efecto en uno o varios individuos adolescentes.
¿Por qué no los terapeutas
demuestran a sus consultantes que tanto adultos como adolescentes son inconscientes
de sus emociones y evitan consecuencias como las adicciones, las fugas de casa,
el embarazo a temprana edad, etc.? Pienso que no bastaría solo con eso porque
cada caso es diferente, cada individuo tiene sus propias formas de ver su
propio universo:
…nos
encontramos ante un complejo sistema de generalidad en alto grado abstracto que
nos resulta sumamente difícil alterar.” “…La dificultad para alterar estas
generalizaciones se debe al hecho de que no es en modo alguno fácil someterlas
a prueba. (Bateson, 2006: p.229)
Quizás ese sea el objetivo
del trabajo con adultos y adolescentes, encontrar sus propios mecanismos,
identificar sus fortalezas, sus canales de comunicación, ya que las propiedades
de cada individuo y de cada familia, existen solo en ese individuo y en esa
familia en particular, pretender generalizar y partir de la generalidad para
alcanzar el objetivo puede culminar en más problemas, sin embargo, podemos
partir de que la curiosidad es el motor de la evolución (Anderson, 1994),
haciendo las preguntas que aquellos con los que trabajamos no se hacen y
acompañándolos en la búsqueda de sus propias estrategias, las cuales, al
encontrarlas, marcarán sus propias vidas, y a su vez las de su entorno,
generando así un nuevo comienzo.
[1] Independientemente de si es su familiar o no.
[2] Con la adolescencia, el grupo de los pares cobra mucho poder. Es
una cultura por sí misma, con sus propios valores sobre sexo, drogas, alcohol,
vestimenta, política, estilo de vida y perspectivas a futuro…la capacidad cada
vez mayor del adolescente lo habilita más y más para demandar reacomodamientos
de sus padres. En Minuchin, S y Fishman, C. (1996). Técnicas de Terapia
Familiar. México: Paidós. p. 39.
Bibliografía.
Andersen, T. (1994). El
equipo reflexivo: Diálogos y diálogos sobre los diálogos. España: Gedisa.
Bateson, G. (1998). Pasos
para una ecología de la mente. Argentina: Lohlé-Lumen.
Bateson, G. (2006). Una
unidad sagrada: Pasos ulteriores hacia una ecología de la mente. España:
Gedisa.
Broadford, K. (1991).
Estética del Cambio. España: Paidós.
Lipset, D. (1982). Gregory
Bateson. El legado de un hombre de ciencia. México: Fondo de Cultura Económica.
Ludewig, K. (1996). Terapia
sistémica: Bases de teoría y prácticas clínicas. España: Herder.
Minuchin, S. y Fishman, C.
(1996). Técnicas de Terapia Familiar. México: Paidós