jueves, 1 de agosto de 2013

El pez no se pudre por la cola

El pez no se pudre por la cola.
Por: Psic. Alejandro Castro Ledesma.
01 de agosto de 2013

Organizaciones sociales, familiares, laborales, etc., ejemplos hay muchos, algunos evidentes otros no tanto, desde un niño ó joven que desde el seno familiar comienza a descomponerse (abandono escolar, adicciones, pandillerismo, etc.,), una sociedad que se ve inmersa en la corrupción a todos niveles, la selección deportiva que no da resultados, esa ciudad que se va a la quiebra aún perteneciendo al “país más poderoso”, la institución de asistencia social que pule el estereotipo de burócrata en sus empleados.

Y por qué se da esto, no hay interés, falta experiencia, monotonía, qué hace exitoso un proyecto y/o programa institucional, por un lado la dirección que recibe y por otro la actitud de quien lo lleva a cabo; a continuación narraré el nacimiento y declive de un programa institucional; el proyecto nace con la inquietud de prevenir y atender el fenómeno adictivo a nivel municipal, se comienza por formar un equipo de trabajo integrado por: jefe de departamento, jefes de área, psicólogos, trabajadores sociales y promotores. Algunos ya pertenecían a la institución, otros llegamos de primerizos sin saber sobre los tejes y manejes de una dependencia publica; pero en la mayoría de los casos con el ímpetu y las ideas frescas.

Cuando yo llegué los promotores ya desarrollaban su trabajo preventivo en comunidades de alto riesgo, lo hacían en la tarde-noche, con pandillas, mediante un abordaje que un profesionista no logra hacer de manera tan eficiente. Esta era una de las primeras novedades, el horario nocturno, conectar con grupos parasociales, identificar casos en donde los adolescentes quisieran salir de ese ambiente sobre todo si había situaciones de adicción al alcohol o a las drogas, se canalizaban con el equipo de psicología, si el psicólogo al hacer una valoración tanto individual como familiar identificaba la necesidad de internamiento, se procedía a echar mano del trabajador social quien realizaría las visitas domiciliarias necesarias, el seguimiento y el estudio económico correspondiente ya que la dependencia pagaría una parte del tratamiento y la familia otra, además de integrarse también a un proceso terapéutico.

El trabajo preventivo se realizaba mediante jornadas de “alto impacto” en donde tanto trabajadores sociales, como psicólogos y promotores hacíamos intervenciones desde un enfoque de prevención universal, selectiva e indicada, llegábamos desde un kínder hasta una preparatoria, si en una casa nos recibían ahí trabajábamos, en centros y clínicas de rehabilitación improvisamos espacios para atender nuestros casos, y no por que no tuviéramos un lugar fijo, estaban las oficinas sí, pero gran parte de nuestra labor se hacía en campo.

Todo esto no se podía lograr si no hubiéramos tenido el apoyo de la administración vigente en ese tiempo, ahora entiendo que fue un proyecto en el que creyeron y no sé si dejaron de lado otro por darle vida a este. Éramos un departamento de nueva creación, contábamos con cuatro vehículos nuevos y uno usado, cuatro proyectores, mismo número de laptops, una PC con capacidad de servidor otra de características similares, con sus monitores de plasma, mobiliario, cámaras fotográficas, todo nuevo. El paraíso entre las muchas carencias que tiene una dependencia municipal. Todo esto a servicio de: 1 jefe de departamento, 3 jefes de área, 1 secretaría, 1 auxiliar administrativo, 1 chofer, 7 promotores, 7 psicólogos y 5 trabajadores sociales.

Se atendía a la población, se nos capacitaba, participábamos en actividades fuera de nuestro horario, en días de descanso, cuando se nos requería. En parte por ser “nuevos”, pero también porque se daban las condiciones para hacerlo, en cuanto al trato, la comunicación, se hacían reuniones de trabajo, se observaban los puntos que había que trabajar, se permitía el desarrollo de propuestas. Muchos de los programas y dinámicas de trabajo que aún se mantienen en píe fueron diseñadas por ese equipo. Obtuvimos un reconocimiento como departamento a nivel estatal o nacional, no recuerdo, por el trabajo realizado. Nos compararon con otras áreas que tenían más tiempo funcionando y pues los números hablaban solos, no sabíamos que esto nos generaría que posteriormente pasáramos a un congelador. 

Se llegó el cambio de administración y la nueva no pertenecía al mismo color que la anterior, así que escuchamos de todo, desde que nos iban a correr, hasta que iba a desaparecer el departamento,  de esta manera comenzó todo, los que ya pertenecían a la dependencia optaron por volver a su base, la única psicóloga que no tenía nombramiento fue despedida, siguieron los jefes de área y departamento, ellos aguantaron esperando su indemnización. Los primerizos éramos testigos de lo que sucedía. Nos quedamos sin saber quien sería nuestro nuevo jefe y como no nos corrían continuamos haciendo lo que nos gusta y sabemos hacer, trabajar. Pienso que la dinámica de trabajo era tan fácil de seguir, que eso hicimos, continuar a pesar de todos los rumores, en medio de la entrega-recepción, seguimos desarrollando los programas con las limitantes del recurso o el uso de los vehículos.

Hubo quien tuvo la iniciativa de desarrollar el plan operativo anual, ya que no había jefe de área ni de departamento, al poco tiempo se nos convocó a una reunión con quien fue nombrado director de fortalecimiento familiar, lugar a donde dependíamos, se nos informó que el departamento cambiaría de nombre pero no de funciones, pero no fue así, al poco tiempo se nos indicó ya no atender adicciones, sin embargo, las necesidades de la población y el eco que había tenido nuestro trabajo no lo permitió, entonces comenzamos, además de los casos de adicciones, a atender los riesgos que se presentan en la adolescencia, sexualidad, violencia, comunicación, etc., desde una perspectiva de prevención en general, sin un proyecto definido de trabajo.

De departamento quedamos como área, con un jefe de la misma, quien por cierto jamás se presento como tal, solo lo supimos cuando ocupo la oficina, quien tuvo oportunidad pidió su cambio a otra área, quizás con el conocimiento de lo que se venía. Poco a poco, cámaras, laptops, cañones comenzaron a verse menos, ya fuera por que estaban prestados (no dentro del área) o en reparación, que bueno hubiera sido que se les hubiese brindado el mantenimiento adecuado, no serían lo que son ahora, material obsoleto. Un monitor de plasma se fue a reparación, no volvió, igual que la impresora a color, fueron repuestas sí, pero por modelos digamos diferentes. Llegó un cuate de alguien a hacerla de jefe, de qué, nunca nos dijeron, el material de trabajo y efectos personales de un promotor fueron sacados de la oficina que ocupaba sin previo aviso, ya que sería destinada a esta persona. Si mal no recuerdo una de sus primeras “ordenes” fue: “pos hay entreténgalos”, teníamos que atender algunos grupos sin material y con la indicación de entretener, pero hicimos oídos sordos y nos pusimos a trabajar.

Actualmente volvió a cambiar la administración parece que las cosas continuarán igual, ya no esta este amigo que gusta de entretener, decidió irse, creo que nunca encajó. Hoy quedamos un jefe de área, un polivalente, una secretaría, una trabajadora social, cinco psicólogos y seis promotores. El trabajo jamás es supervisado, no hay una reunión general desde hace tres años, el aspecto de las áreas dejan mucho que desear, las “cortinas” son cartulinas con la leyenda “no fumar”, hay compañeros que salen a comunidad y deben de esperar por mas de dos horas para que vayan a recogerlos, seguimos atendiendo en su mayoría casos de adicciones, sin presupuesto, manteniendo los programas que desarrollamos hace tiempo, buscamos retroalimentarnos y apoyarnos entre los que llevamos aquí más tiempo.

Lo más reciente que sucede es que el recurso humano se cambia, sin pedir opinión, sin cerrar casos con la población, sin culminar un proyecto, sutilmente se dice “por necesidades del servicio”, cuando ha habido amenazas, usando la necesidad del trabajador de lograr un balance entre trabajo y familia; el programa que recibe al compañero gana, sin embargo el trabajador se queda con la sensación de no ser respetado, del ultraje cometido por aquel al que su apoyo en una campaña y no su competencia le dio un poco de poder para hacer con las personas lo que le place. 

Quienes continuamos exigiendo recursos, lo hacemos por brindar un trabajo de calidad, sabemos que para estas instituciones dar números es uno de los principales objetivos, pero no siempre esto funciona, actualmente trabajamos en un ambiente inseguro, al menos desde la perspectiva psicológica, es pesado tener que estar lidiando con la apatía, la cerrazón y la indiferencia de algunos cuantos, si sobresales, si trabajas, encuentras obstáculos, podríamos seguir el rumbo y convertirnos en los típicos burócratas, cansados, hastiados, sin objetivos, pero creo que la lealtad a las propias convicciones nos mantienen en el rumbo. Hay mucho por hacer en este programa, aunque desde hace mucho tiempo huele a podrido y no se pudre por la cola.

Probablemente esto pasa en cada período, se dejan pasar los abusos, se espera a que las administraciones traigan cosas mejores, quizás por eso nadie dice nada. Pero es el caldo de cultivo ideal para generar servidores cansados, monótonos, con una desesperanza aprendida que les permite ser funcionales, conformistas, esperando el fin de semana, los bonos, el aguinaldo, pero pienso que en muchos casos sin generar el impacto que estoy seguro, cuando comenzaban, lograban en la población.

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